Preñado de tu Luz

Preñado de tu luz sostengo la pluma en mis dedos. La mente vieja intenta dar a luz, pero el silencio gana esta batalla.

Y así nomás, sin porqué ni para qué la pluma toca el papel vacío y juntos dan sentido y rumbo al torbellino de silencio que tu aliento impregnó en mi ser.

Comenzó precisamente así, como la diminuta partícula de tinta que ni gota llega a ser, que no tiene sentido ni razón pero que sin barrera posible da comienzo por movimiento sutil y delicado de muñeca y dedos a las letras y palabras de luz torrencial que plasman al fin lo que me inunda a plenitud.

Así sale al fin un clamor a ti. Así se plasma en el vacío sin expresión un arroyo de tinta y palabra que quizás un día llegue al vasto mar. O quizás no llegue nunca, y tan solo se evapore gota a gota convirtiéndose en inperceptible vapor, uno con el cielo, sin rumbo ni ambición. Hasta que algún día llegue a ser tormenta, rocio, o arcoiris en el cielo azul.

––Koyote. junio 13, 2015

Consuelo para un Corazón de Niño

Hay un dolor en el silencio desde el día que no la vi.
Donde quiera que volteo, su ausencia me sorprende y me atrapa.
Y este corazón de niño no sabe para donde ir,
pues la siente aquí y no la ve,
la sabe ausente pero en todo la ve.

Se ha convertido en la ausencia del que murió,
eternamente lejos pero en todo aquí.

Se ha vuelto pregunta incansable, tormenta del qué pasó.
Está confundido este corazón, sin saber a donde ver.

Y es que ella era la voz que entra en mi templo
preguntando si me puede ver.
Era silueta en la puerta.
Era el texto diario y la broma inesperada.
Era la risa a flor de piel, y el peso del mundo.
Era dolor gentil,
duda de si,
mirada triste y eterna.
Era compañera de mis silencios.

Hoy es dolor del silencio.
Ya no se oye su voz detrás de las cortinas.
Bueno, no la oigo, es cierto, pero la anticipo.
Todavía mis ojos esperan ver su figura siempre al trabajo y con paso brusco,
y aún siento su altar divino en un cuarto ya vacío.
Abro la puerta y espero ver los santos en las paredes
y los espíritus sorprendidos escurriéndose en las esquinas.

Y creo que al fin encontré la clave de la incógnita.
Ya puedo susurrarle a mi corazón la explicación de su sentir.

Eres, corazón de niño, un viejo altar encendido en un cuarto ya vacío.