Si tuviera que escribir lo que te describe, tendría que poder iluminar el silencio, abrir el llano craneal que separa el infinito misterio de la maraña gris, y así inventar un mundo en el que cada movimiento de la pluma dibujara infinitas palabras que reflejaran cada una la totalidad de cada otra.
O quizás simplemente tendría que tocar el papel con mi pluma, sabiendo que tus homónimas ni relatan ni describen, sino más bien dibujan en el firmamento las caricias ocultas a tu rostro invisible sin saber quizá, o sin importarle tal vez, que nunca nadie podrá jamás descifrar tales bosquejos.
